Llevo tiempo malgastando dinero en libros de autoayuda,
el poco que me queda solo alcanza para algunos tragos, el tabaco tendré que
pedirlo.
Ahora busco consulta, ávido de consejo frecuento bares y
camas pero nadie responde, nadie aclara el porqué de mi existencia.
Os cuento mi historia.
Ahora tengo nombre, desde hace bien poco, antes no lo
tenía, simplemente era un sapo.
Verde, húmedo, patilargo, de boca grande, mi vida
consistía en salir con mis amigos, tomar unas copas, tener cero preocupaciones…
como todos los sapos vamos. Vivía en una charca lujosa llena de ranas y
mosquitos. Un verdadero paraíso. La vida me sonreía.
Una buena noche, tomando la luna sobre una piedra me
sorprendió una princesa, de éstas que pierden los zapatos a media noche.
Empapada en lágrimas charlamos hasta que el camarero dijo de chapar. La
conversación fue buena, las risas sinceras, y la seducción imposible. En el mundo
de los sapos no hay cuentos antes de dormir. Pero nos dejamos llevar, me dejé
llevar y el final fue catastrófico…
Cuando me desperté ya no era verde, ni tenía una boca
grande, mi cuerpo se había transformado en otra cosa que no era antes, me
transformó en lo que ella quería que fuera.
Asustado y sin camisa que abrocharme salí corriendo del
típico apartamento de princesa soltera. A más de 20 manzanas de mi casa y sin
un cigarrillo que echarme a la boca solo me quedaba pensar en el beso con la
princesa.
¿Cómo un beso puede joderte tanto la vida?, es un puto
beso, juntas un poquito los labios y ¡plaff! Todo se va al carajo.
Ella, envuelta en llantos, maldice a los de mi nueva
especie, - ¡Cabrón!, otro hijo de puta que se pira sin más… Todos son iguales.
¿Iguales? Yo era distinto joder, yo estaba de puta madre.
Era un sapo feliz. Y llegas tú un día y cambias toda mi personalidad por un
beso. ¿Qué tipo de trato es ese? ¿Tú me das un beso y yo tengo que dejar de ser
quién soy? No me vengas con cuentos… ¿Quién te ha dicho que los sapos queremos
dejar de ser sapos?-
Esta maldita historia es peor que el del hombre del saco.
Ese tipo te rapta sin avisar, pero sigues manteniendo tu identidad. La princesa
te lo quita todo, te arrebata el quién eres y el quién quieres ser. Adiós a tus
sueños de irte a otra charca, ya te han programado todos los fines de semana
del resto de tu vida. Y nada de comer mosquitas muertas, ahora comerás cuando
ella lo diga, eso con suerte de que no le duela la cabeza.
Ahora ya ven, hemos discutido. Dice que no soy el azul
que era antes. Pero qué quieren que les diga, nunca he sabido de azules. Era
verde.
El Cangrejo Violinista
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