¡Los Reyes
son los sapos! Hablando de verdades y leyendas urbanas, quién no ha escuchado
aquello de: los Reyes son los padres. ¡Ay! ¡Cuánta ceguera sobre la monarquía!
Si no lo han visto seguro que lo han vivido, así que prepárense para este especial de
sapos de lujo y coronas.La historia
empieza así:
Pasando el año nuevo viene la ilusión de los regalos de Reyes (fomento o
no del capitalismo esa no es la cuestión), cuando estás en una relación (que no tiene el
título oficial porque el sapo en ésta cuestión, que es la que nos atañe, lo pide así),
tú te rompes la cabeza para buscarle un regalo (porque, claro, él te tiene un regalo de
Reyes, por supuesto).
Todo comienza haciéndote sentir una reina, llevándote a cenar a un
sitio que no conocías y al llegar a casa, tú ,ansiosa porque vea tu regalo. Que note lo que
te has esmerado en hacerlo. Buscando el regalo más original para que sólo verlo, sus
ojos reconozcan que has tardado todo un día de filigrana con tutoriales en el youtube,
has perdido las yemas de los dedos (y la paciencia) y te has quemado con la pistola de
silicona o se te han quedado pegados los dedos con el superglue. Bueno, de repente, el
misterio se desvela: el rey, el único, es el que está ahí contigo y te mira con esos ojitos
coquetos mientras dice: “yo también te traje algo”. ¡Ay, ay, ay, ay! Dice tu corazón,
saltando de emoción y olvidando a Melchor. A esto le agregamos el “no mires” y ya tu
imaginación vuela como ningún ave registrada. Mientras tu cabecita loca hace historietas
variadas, sientes una caja enorme sobre tus piernas y su “¡Abre los ojos!” te baja del
reino onírico para meterte en el reino monárquico.¡Sí, es un rey! Y está
contigo, y tú ya te
ves con corona de esmeraldas y zafiros. Bueno, aquí viene la parte que todos esperábamos: Abrir la caja.
Yo por el tamaño y
la forma, creí, que sería un vestido para nuestra siguiente
cita. (Por aquella época yo trabajaba de camarera, menciono esto, a raíz del regalo).
Cuando abro la caja con expectación descubro, ¡sí!¡Una bandeja! Mis ojos miraron a
todos lados pensando que alguna cámara oculta saldría, seguida de muchos figurantes
o bien yo despertaría de mi reino onírico.
Mi rey me miraba orgulloso con su seguida
pregunta de ”¿te gusta?“ Qué sapos se responde a eso. ¿Las bandejas te pueden gustar?
¿Qué dices?: “¡Uy, sí! ¡Me encantan las asitas del mismo material! Y se ve que es fácil de
limpiar”. Qué me están contando ¡Ah! Pero no os desaniméis que cuando tú crees que
lo has bajado a la categoría de príncipe, te dice “todavía hay más” y saca otra cajita
donde seguro no cabe ninguna otra bandeja, y dices, bueno, he sido dura, si mi
rey me adora,
es perfecto. Así, vuelve a su trono y tú a tu reino monárquico. Aquí te olvidas de Gaspar.
La caja esta vez es pequeña, como un estuche. La imaginación de nuevo hace de las
suyas y viaja a la velocidad de la luz. ¿Qué será? ¿un foulard? ¡No! Sabe que no te
gustan. Unos guantes. Sí. Casi seguro.¡uy! ¿Y si es una bayeta para limpiar la bandeja?
Tranquilos. Sí, ya, ya. Abramos la caja.
Y aparece
un bonito par de calcetines. Mmmm, gracias. Definitivamente,
lo bajas a la calidad de lacayo. Pero, ¡será sapo!, Primero una bandeja y ahora
unos calcetines. Pero como no hay uno sin dos ni dos sin tres: “Hay una cosita
más”. ¡Ay! ¿Ven? Si es un rey maravilloso, Ahora sí viene el regalo de verdad. Nuevamente
a su silla de oro, adiós Baltasar, y una cajita te hace por descarte saber que nada puede
ser peor que una bandeja y un par de calcetines. De hecho se siente como un estuche.
¡Oh, cielos! ¿Y si es un collar o una pulsera en plan compromiso?. Bien, aquí vamos.
Abrir la caja.¡Oh! Qué
bonita…¿regleta? Sí, sí, de esas para varios enchufes. Esto ya llegó al límite.
¡Siguiente!
Merlina
Brujas
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